19 de abril de 2016

Diario Nóos: Donde dije digo, digo Nelson.

Si este caso y este juicio tienen un color, es uno muy turbio. El marrón oscuro casi mierda. De esa que no sale ni con arielita. Ni frotando antes. Y como todo en esta vida, la mierda sale a flote. Más tarde que temprano, aunque demasiado pronto para la acusación popular de Manos Limpias. Porque sí, Manos Limpias está personada en esta causa, mal que le pese a Virginia López-Negrete, la aguerrida letrada que ahora reniega de su cliente como los tres portazos evangélicos de Pedro. 
López-Negrete lo niega todo pero lo cierto es que cada día que pasa desde el viernes maldito (o bendito, según se mire) sus tacones suenan cada vez más lejanos. Ya no hay conversaciones distendidas al lado de la máquina de café, ni ganas de conexiones en directo por doquier. La letrada prefiere refugiarse en su burbuja y, en todo caso, los platós-territorios amigos. Eso sí, no hay que negarle que a su llegada a la EPAB atienda a la prensa, aunque ya haya preguntas que no le hagan tanta gracia y le salga la vena del norte. Fría y cortante. 

Los testigos de hoy eran lo de menos (con todos los respetos) y miren que mañana se presenta interesante el día con Carlos García Revenga, secretario de las Infantas, sentado frente al tribunal. Se espera que respalde a Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin y deje caer algún rejonazo sobre la Casa Real que le ha dado la espalda y que le sacrificó desde el minuto uno. 
De todo eso hablaremos mañana, pero hoy lo que se cuece está en otro sitio. Está en un bufete de abogados con solera en Barcelona, está sobre la mesa en la Audiencia Nacional del juez Pedraz, en Madrid. Está entre rejas, en Soto del Real y, por encima de todos, está en el lugar donde se asienta la inquietud de Virginia López-Negrete. A ratos en el banco de la esquina, en la tercera fila de las acusaciones; a ratos en un apartamento frente al paseo marítimo de Palma. Apartamento prestado, como ella en el juicio ahora.

Todo el mundo le pregunta y ella juega al despiste. Tal vez porque no lo ha decidido siquiera, o tal vez forma parte de una estrategia ya pensada y asesorada. El caso es que, hoy día, a la Infanta no le quita nadie del banquillo salvo que ocurran dos cosas: que se disuelva Manos Limpias por orden judicial (poco probable) o que Virginia López-Negrete (o el letrado que la sustituyese, si eso ocurriera) decidan retirar la acusación. Aquí está la clave:  en qué demonios tiene pensado hacer Virginia López-Negrete. 

La letrada se debate entre su deseo-ego-obsesión desde hace cuatro años y la supervivencia. En el primer escenario, tendría que aguantar hasta el final. Cierto es que apenas faltan dos meses de juicio, pero es consciente de que las presiones, ahora más que nunca, van a ser insoportables. Si hay algo reprochable hacia su persona y si la 'operación Nelson' le salpica de alguna manera, pueden estar seguros de que va a salir de aquí a junio. Tanto eso como los rumores acerca de que ha quitado la imputación a Miguel Tejeiro a cambio de dinero. En un comunicado, por supuesto, descartó esta última maniobra que justificó en base a su "estrategia procesal", anunció medidas legales contra aquellos que apuntaran en esa dirección y se cuidó mucho de definir su actuación antes, ahora y en el futuro como "impecable, legal y profesional hasta el final".
Pero ¿qué final?. El otro escenario posible, el de la renuncia a la acusación, no parece tan improbable y prueba de ello es que la letrada deja abierta una rendija de esa puerta a algunos periodistas que, sabe, no van a guardar el off the record. En este segundo escenario, Virginia López-Negrete perdería el caso de su vida a cambio de su vida, de salvar los muebles. De no menear la mierda que huele peligrosamente próxima. Quedaría como una mártir que renuncia en pro de un sindicato que ha jugado con ella y con los españoles, con la justicia. Ganaría ella y ganaría la Infanta. Su defensa tendría lo que quiere, a su cliente fuera de sentencia. Y aquí paz y después, gloria.

En estos días en los que una se pone a rastrear hemeroteca como loca, se encuentran joyas y malas bromas del destino. Como ese artículo de hace dos años y medio en el que Virginia López-Negrete posa para la foto con un Miguel Bernad que muestra sus manos, dice, limpias. En la foto ella tiene una sonrisa forzada, de sí pero no. El artículo de El Mundo, para regocijo del amante de las casualidades, lleva la firma de Javier Castro Villacañas. El mismo Javier Castro que, a la postre, sería el director de Comunicación de Manos Limpias, ahora en libertad pero después de haber sido detenido en esta 'operación Nelson'. 


Foto tomada por J.Castro Villacañas en enero 2014


El Destino vence al más fuerte. Suena 'O Fortuna' mientras escribo esta entrada. Casualidades.





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