10 de febrero de 2016

Diario Nóos. El arrepentido Pepote.

El deporte unió a Pepote Ballester con la realeza, la política y también con el delito. El que fuera Director General de Deportes del gobierno de Jaume Matas ha 'cantado' en la primera sesión de declaraciones por el caso Nóos.
A nadie debería pillarle por sorpresa el testimonio dado hoy por Ballester. Hace años que cerró el acuerdo con la Fiscalía. La leucemia crónica que le diagnosticaron en febrero de 2010 le despertó las ganas de contar su verdad y, por otra parte, de dejar vendido a quien fue su mentor político, Jaume Matas. 
Ballester sabía que su pacto podría salvarle de una larga pena en prisión y que, de la amistad que forjó con Urdangarin en los cuartos de la residencia Blume, ya no quedaba más que el recuerdo olímpico. El exduque se la fulminó a golpe de llamada para reclamar 'su dinero'. Y se acabó la amistad, no así la del actual Rey, Felipe VI, con quien se seguía encontrando en la isla hasta que la ponzoña Nóos terminó por consumirlo todo.
La Fiscalía puso sobre la mesa treinta y siete preguntas y en unas "seis u ocho reuniones", según Ballester, se consumó el destape. Al exdirector de Deportes no le gustó que algunos, al estallar el escándalo, se empeñaran en "confundir y faltar a la verdad". A Pepote se le ha quebrado la voz. Y no ha sido admitiendo que se firmaron actas ficticias de la Junta que él presidía de la Fundación Illesport (la gran valedora del Instituto Nóos), ni siquiera cuando se dio cuenta de que su amigo medallista le había "utilizado para llegar a Matas". Lo que Ballester no podía tolerar es que su familia (su padre) y él mismo, tuvieran que soportar, leer y escuchar que quisieron saquear las arcas públicas baleares. Habrá delito, pero que no me difamen, oiga. Ahí se le rasga la voz a Pepote y coge carrerilla para decir que Matas daba las directrices y que, en el Govern, nadie las cuestionaba. Así, "el objetivo era contratar a Urdangarin y a todo lo que viniera de él sin discutir el precio". Nadie concebía que los trabajos no llevaran el sello del duque y todos tragaron con "vestir el santo", falsificando actas de la Junta de Illesport por reuniones que, como algunos trabajos de Nóos, nunca existieron. La orden venía de Matas, y allí, chitón. El gobierno balear sólo dejó de apoquinar cuando Urdangarin desaparece -pero no- del escaparate del Instituto.  Ahí sí que Pepote cuestionó la orden de Matas. Ahí, sí, se rompió la amistad con el exduque, que en 2007, y a pesar de que ya ni organizó el segundo Forum de Islas Baleares, tiró de teléfono para presionar a su otrora amigo con el fin de que le dieran la pasta prometida. 
José Luis, Pepote, Ballester fue a las negociaciones con los fiscales, dice, "a pecho descubierto" y por delante se ha llevado a un Urdangarin ambicioso y a un Matas que también busca un pacto que alivie el batallón de causas abiertas por corrupción. Difícil lo va a tener. El dedo- el suyo- que nombró a Pepote, le ha golpeado en la cara como un boomerang, y ahora le señala a él como culpable. Ya veremos si las notas que no ha parado de escribir el expresident durante la sesión, no terminan endosándole el muerto a otro más poderoso.


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